martes, 23 de agosto de 2011

Admira Gabino Cué la XXIV edición de la Guelaguetza en Los Ángeles

Reitera el Gobernador su compromiso con la preservación de las raíces culturales de los oaxaqueños en el exterior

Los Ángeles, California.- En el último día de su gira por el estado de California, el gobernador Gabino Cué Monteagudo acudió como invitado especial a la edición número 24 de la Guelaguetza, organizada por los migrantes radicados en esta ciudad, en coordinación con el Consulado de México en Los Ángeles.

Al término del espectáculo presentado por el grupo de danza Centéotl, el mandatario oaxaqueño reiteró el compromiso de su administración con la preservación de las raíces culturales de los oaxaqueños en el exterior. Al arribar a Los Ángeles Memorial Sport Arena, donde se llevó a cabo la máxima fiesta de los oaxaqueños, el mandatario recibió innumerables muestras de cariño y reconocimiento de los miles de asistentes, pues su gobierno ha demostrado un claro compromiso de no abandonar nunca a este sector de la población, que por falta de oportunidades tuvo la necesidad de emigrar. En un ambiente de viva emulación de las costumbres oaxaqueñas, enlazando música, baile y costumbres de las 8 regiones del estado, Cué Monteagudo compartió con las y los participantes una fiesta que une a todos los oaxaqueños sin fronteras.

Muestra artística, gastronómica, de música y folclor oaxaqueño, fueron los atractivos de la fiesta que se realiza en la capital del estado que concentra al mayor número de oaxaqueños en los Estados Unidos. Con seis meses de anticipación, los integrantes de Centeótl se prepararon para presentar los diferentes bailes y costumbres que se practican en las diferentes comunidades de Oaxaca, con el fin de contagiar de música y baile a los asistentes.

En presencia además del Cónsul de México en Los Ángeles, David Figueroa, el gobernador Gabino Cué reiteró su compromiso con el derecho a no migrar de sus paisanos, y de generar las condiciones económicas para que los connacionales puedan regresar a sus comunidades de origen. Enfatizó que los programas Bienestar también beneficiarán a la población migrante, porque ellos también son parte importante de Oaxaca.

Acompañado del director del Instituto Oaxaqueño de Atención al Migrante (IOAM), Rufino Domínguez Santos, del coordinador de Financiamiento y Vinculación Internacional, Jaime Bolaños Cacho Guzmán, Cué Monteagudo señaló que la guelaguetza es una convivencia que acerca a los migrantes oaxaqueños a nuestro origen cultural, por lo cual no debe perderse esta viva tradición.

Por ello, el Ejecutivo estatal adelantó que durante toda su administración apoyará estas festividades que se hacen en Los Ángeles, lo cual es muestra de la representación cultural del estado sureño. Mencionó la puesta en marcha del Centro Oaxaca, un espacio para apoyar a los migrantes oaxaqueños en el extranjero, para fortalecer sus capacidades, identidad cultural y motivar su participación en el proceso de desarrollo de Oaxaca.

Finalmente, Gabino Cué agradeció el apoyo del cónsul David Figueroa y la hospitalidad de la Organización Regional de Oaxaca (ORO), durante el fin de semana cuando realizó su gira por el estado de California. En su oportunidad, el presidente de ORO, Mauro Hernández, agradeció al gobernador por su acercamiento a la comunidad de oaxaqueños en Estados Unidos y en especial, por su presencia en la Guelaguetza, la máxima representación de la cultura de Oaxaca.

En tanto, el Cónsul de México en Los Ángeles, felicitó al gobierno de Oaxaca por fortalecer la tradición cultural de este pueblo más allá de las fronteras. El funcionario reiteró su compromiso de impulsar y apoyar este tipo de iniciativas, en beneficio de los migrantes.

La celebración de la Guelaguetza en Los Ángeles, desde hace 24 años, representada en su mayoría por jóvenes nacidos en estas tierras, es la expresión más nítida de que la cultura de Oaxaca rebasa nuestras fronteras; asimismo, es oportunidad para compartir con habitantes de otras latitudes nuestra idiosincrasia expresada en música, canto y bailes, dijeron los organizadores.

Cabe mencionar que en 1988, por primera vez, ORO organizó la Guelaguetza, la cual se ha convertido ya en una tradición en el estado californiano, pues año con año, residentes y ciudadanos de los Ángeles celebran con gran alegría esta manifestación cultural y comunitaria. De acuerdo con el Comité Regional del Frente de Indígena de Organizaciones Binacionales en Los Ángeles, esta actividad es un importante incentivo para el turismo de California, con el fin de que visite Oaxaca; asimismo es un punto de encuentro para la comunidad oaxaqueña que radica no solo en este estado, sino en toda la Unión Americana.

Durante la gira realizada los días 19, 20 y 21, el mandatario oaxaqueño sostuvo encuentros con líderes de organizaciones migrantes, trabajadores agrícolas, empresarios y autoridades de esta ciudad. Con autoridades del gobierno federal y la cancillería mexicana participó en la inauguración de México Emprende 2011, un escaparate donde se comparten los programas oficiales para atender a esta importante población de mexicanos ávidos de contar con un apoyo por parte del gobierno mexicano.


Los Ángeles, California, 22 de agosto de 2011

martes, 16 de agosto de 2011

La filosofía del 'software' libre se adentra en los pueblos indígenas


Por William Turner M.
Lunes, 15 de agosto de 2011
Con navegadores de internet y aplicaciones educativas en lenguas indígenas, sus hablantes se preparan para subir a la 'ola tecnológica'

(CNNMéxico) — Cuando Rodrigo Pérez Ramírez, un indígena originario del estado de Oaxaca, cursaba una maestría en España decidió investigar sobre las herramientas digitales disponibles en zapoteco, su lengua materna. La búsqueda arrojó resultados nulos.

Rodrigo, un ingeniero agrónomo graduado de la Universidad de Chapingo, Estado de México, decidió entonces aplicar los conocimientos sobre software libre que adquirió en la organización Ingenieros sin Fronteras, donde trabajó cuando era alumno de la Universidad de Zaragoza, en el noreste de España.

Realizaban proyectos sustentables en poblaciones vulnerables, y uno de ellos implicaba al software libre. Los equipos de cómputo funcionaban con Ubuntu (un sistema operativo creado en Linux). "Aprendí las bondades del software libre para poder cambiar el idioma a las aplicaciones”, recuerda.

Alrededor del 6.6% de la población de México habla una lengua indígena, lo que equivale a unos 7.3 millones de personas, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).

Ahora que el 80% del navegador Mozilla ya está traducido al zapoteco, Rodrigo recuerda sus comienzos en la traducción, cuando la Fundación Mozilla México se interesó en su idea y comenzaron a trabajar juntos para traducir línea por línea los casi 21,000 caracteres que componen el código de esta aplicación.

Aunque el programa ya se pude descargar, el proyecto carece de apoyos para terminarlo. “Incluso organismos como el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas ven estos proyectos como pequeños emprendimientos. Ellos se interesan más por el lado político que el práctico”, asegura Rodrigo.

El encuentro de los indígenas con la tecnología

El interés de la población indígena mexicana por apropiarse de las herramientas digitales está creciendo. Apolinar González, un ingeniero agrónomo hablante de la lengua mixe, comenzó a trabajar en la capacitación en computación a indígenas en 1998.

Ahora forma parte del grupo que fundó la Asamblea de Migrantes Indígenas, que se ubica en Valle de Chalco, al oriente de la Ciudad de México. Esta organización creó un centro de asistencia a población indígena en la que ofrecen varios servicios, entre los que están las clases en software libre.

“Creo que la filosofía del software libre es muy compatible con la de los pueblos indígenas conocida como tequio, que se basa en la reciprocidad, el intercambio y la participación comunitaria. Esos son también los principios del software libre”, explica Apolinar.

Desde su punto de vista, uno de los problemas a los que se enfrentan los pueblos indígenas es la falta de capacitación e información sobre este tipo de herramientas. “Cuando voy a realizar mantenimiento a los equipos de cómputo en la región de la mixteca, veo que hay más tendencia a usar software comercial”, asegura Rodrigo, al destacar el desconocimiento sobre el tema.

El 3.9% de los hablantes de una lengua indígena cuenta con estudios superiores y no existen datos de cuántos tienen un posgrado, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). Pero el listado de obstáculos para la población indígena no sólo es una cuestión de títulos.

La investigadora Carmen Gómez Mont, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y del Instituto Tecnológico de Monterrey, quien ha estudiado de cerca el proceso de adopción de la tecnología en las comunidades indígenas, asegura que un internet deficiente y la falta de infraestructura tecnológica en las comunidades indígenas son otros retos importantes.

“La velocidad del internet en México falla mucho. Eso influye en el diseño de los sitios que no deben ser muy pesados para que puedan leer en las comunidades. Los equipos de cómputo en muchas ocasiones están en mal estado y hay poca capacitación para que los indígenas diseñen y den mantenimiento a sus sitios de internet”, detalla la investigadora.

Una 'nueva' gramática

“Internet les da la posibilidad de ser ellos mismos quienes definen quiénes son, ya no dependen de canales de televisión o producciones hechas por no indígenas. La informática ha ayudado también a generar una memoria y una gramática de sus lenguas”, apunta la investigadora.

César Cruz Benítez y Marisela Rivas acudieron en 2007 al registro civil de Tepeji del Río, en el estado de Hidalgo, para tramitar el acta de nacimiento de su hija. Sin embargo, los funcionarios se negaron a hacerlo porque el sistema no aceptaba los caracteres del nombre en otomí de la pequeña.

El matrimonio llevó su caso durante dos años ante distintas autoridades nacionales e internacionales, hasta que finalmente pudieron tener el acta de nacimiento de Doni_Zänä, que se traduce del otomí al español como Flor de Luna.

Con el fin de evitar futuros casos como este, el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI) trabaja en la normalización de estas lenguas para contar con los caracteres necesarios de cada una. En su catálogo de lenguas, se tienen registradas 68 familias lingüísticas de las que se desprenden 365 variantes.

“Muchas no se escriben, pero para insertarlas en el ambiente tecnológico hay que tener una manera de registrarlas y hay que acordar cómo escribir cada lengua. Desde 2009 trabajamos en ello”, explica Mauricio Solís, director del departamento de Tecnologías de la Información del INALI.

Las lenguas indígenas más habladas en México son náhuatl (23%), maya (11.5%), tzeltal (7%), mixteca (6.9%), tzotzil (6.5%) y zapoteca (6.4%).

Rodrigo asegura que la importancia de desarrollar aplicaciones que reconozcan las lenguas indígenas es fundamental para romper la brecha tecnológica y demostrar que las lenguas indígenas siguen vigentes.

“En las redes sociales como Twitter y Facebook yo pongo mis entradas en zapoteco, y mis hermanos y primos me responden en nuestra lengua. Esto demuestra que el zapoteco es completamente funcional y no está peleado con los nuevos sistemas de información”.

Adaptación tecnológica

Para entender la convergencia de la tecnología y los indígenas es necesario considerar su cosmovisión y la manera en que construyen su cultura: desde rituales hasta el reconocimiento de la madre tierra, su lengua, educación y procesos productivos.

La investigadora Gómez Mont explica además que una de las demandas de los pueblos indígenas ha sido que se respete su autonomía y su visión, incluso en la producción a través de medios digitales.

Con esa filosofía en mente, Rodrigo trabaja con un par de programas infantiles, Tux math y Tux paint, que enseñan matemáticas y dibujo con la computadora, respectivamente. Los traduce al zapoteco para poder llevarlos a los niños de su comunidad. Pero tal vez la característica que más le interesa es la de adaptar el diseño gráfico del programa a imágenes familiares de su región.

“Estamos generando nuestros propios gráficos para llevarlos a nuestro contexto. En vez del pingüino (que es también la imagen de Linux), pues vamos a tener al guajolote; en vez del iglú, tener una casa de adobe; y en vez de tener como escenografía el espacio exterior mejor pondremos escenarios naturales representativos de nuestros pueblos”, concluye.

lunes, 15 de agosto de 2011

Alto a la discriminación, exigen indígenas en el DF


08/14/2011 Integrantes de diversas comunidades promovieron sus costumbres.
Integrantes de diversas comunidades promovieron sus costumbres. Foto: Claudia Guadarrama

Alrededor de 200 indígenas de diversas comunidades del país realizaron una fiesta cultural en el Hemiciclo a Juárez, con el fin de promover su cultura, pedir apoyos para preservar sus costumbres y exigir alto a la discriminación en su contra.

Indígenas de origen purépecha, mixteco, náhuatl y triqui, entre otros, participaron en danzas, ceremonias y eventos musicales.

“Este evento es para hacer ver que nuestros pueblos no están desaparecidos, sino que nuestras raíces están todavía presentes, que nuestro pueblo no está fuera de lo común, sino que todos estamos aquí, aquí nacimos, de aquí somos, ‘nican axcan’, ‘aquí y ahora’”, explicó la indígena tlaxcalteca Lucina Marilú Pérez y una de
las organizadoras.

Orgullosa de sus orígenes, que refleja en su vestimenta, Marilú comenta que los 18 millones de indígenas que tiene registrados el INEGI necesitan más apoyo del gobierno federal para conservar su cultura y tradiciones, y que es primordial un trabajo para concientizar a la gente de que personas como ella son parte de México.

Una de sus exigencias es alto a la discriminación. “No somos bichos raros”, dice la también estudiante de Educación Indígena en la Universidad Pedagógica Nacional.

“No nada más venimos a difundir la cultura, sino que también exigimos los derechos de cada una de las lenguas indígenas de este país. Alto a la represión a las comunidades indígenas, libertad a presos políticos y líderes indígenas, alto a la intimidación militar en las comunidades”, subrayó Guadalupe Díaz, quien proviene de la comunidad kikapú de Coahuila.

Este festejo fue el primero que realiza el grupo de Marilú, pero alistan ya una feria en Oaxaca para los próximos 26,27 y 28 de agosto, con el mismo objetivo, defender sus raíces.

Indígenas oaxaqueños crean pugna en EE.UU.


Anteponen sus costumbres a lasdel país anfitrión

Publicada: 15 agosto 2011
Un grupo de mujeres oaxaqueñas participa en un taller de bordado en la población de Greenfield, California, que recibe.constante flujo de migrantes
Un grupo de mujeres oaxaqueñas participa en un taller de bordado en la población de Greenfield, California, que recibe.constante flujo de migrantes Ver fotos(1)
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GREENFIELD, Estados Unidos (AP).- En un tramo de El Camino Real, mujeres con chales empujan cochecitos de bebé y ancianos con sombreros de vaquero permanecen en bancas polvorientas mientras trabajadores del campo descienden de autobuses.

A relativamente poca distancia del trayecto principal se ubican cultivos y viñedos que son el sostén económico de esta ciudad apacible del Valle Salinas, al que se conoce como "La ensaladera del mundo".

Pero hay tensión en esta región rural de California, escenario de diversas novelas del escritor estadounidense John Steinbeck, premio Nobel de Literatura de 1962, quien nació en Salinas. La mayor parte de los 16,300 habitantes de Greenfield son hispanos, pero eso no impide que se esté gestando un conflicto entre los residentes con más tiempo allí y los recién llegados de otra parte de México.

Los residentes establecidos afirman que su ciudad empeoró debido a la oleada enorme de inmigrantes procedentes del estado mexicano de Oaxaca.

En la última década, los inmigrantes -triquis, mixtecos y otros grupos indígenas que vienen de pequeñas aldeas de las montañas de Oaxaca a actividades de recolección y cosecha- han contribuido al desarrollo de la ciudad y constituyan una tercera parte de los habitantes de ésta. (Representan 30% de los trabajadores agrícolas en California y 17% en el país, según el Departamento del Trabajo).

Estos inmigrantes hablan sus propias lenguas, no español; conservan sus costumbres, como los matrimonios concertados y, no obstante, continúan siendo marginados a pesar de la tradición de Greenfield de ofrecer refugio y tolerancia.

En una localidad que resiente los apremios de la crisis económica y las andadas de las pandillas, la llegada de oaxaqueños y el desconocimiento que tienen de las costumbres estadounidenses propicia una pugna étnica.

Este choque constituye un nuevo capítulo en un conflicto tan antiguo como Estados Unidos, en el que con frecuencia los inmigrantes que han llegado en diversas oleadas pelean entre sí. Sin embargo, lo que ocurre en Greenfield es distinto, debido en parte a que la pugna es entre inmigrantes que provienen del mismo país, y a que esa división alteró la imagen de la localidad.

Rachel Ortiz se disgustó tanto con los nuevos inmigrantes que, tras cinco décadas de vivir en Greenfield, abandonó su casa y se mudó a Salinas, a 48 km de distancia. Vecinos se quejan de que las familias oaxaqueñas viven hacinadas en apartamentos y cocheras, tiran basura en las calles, atestan parques en la ciudad y efectúan fiestas ruidosas. Algunos individuos hacen necesidades fisiológicas en lugares públicos y se han involucrado en invasiones a propiedad privada.

"Todo eso es pasable si uno vive en Oaxaca", manifestó Raquel, de 53 años, cuyo abuelo emigró de México. "Pero aquí las cosas son distintas. Hay que cuidar la casa, los hijos, el trabajo y a uno mismo".

La mujer, quien trabaja para una compañía de semillas a la orilla de la ciudad, contribuyó a la formación de "Embellezcamos a Greenfield" (Beautify Greenfield), un grupo que tiene como objetivo limpiar los grafitos, la basura y la maleza en la ciudad. Los integrantes del grupo lamentaron que entre jardines bien cuidados y casas modestas haya complejos de apartamentos deteriorados, ventanas tapiadas, letreros de pandillas y filas de casas embargadas por vencimientos de hipotecas. Los miembros de Embellezcamos a Greenfield y un grupo derivado de éste, Salvemos a Greenfield (Save Greenfield), emprendieron de inmediato activismo político. Expusieron su inconformidad hacia los oaxaqueños en reuniones del ayuntamiento, redes sociales de internet y diarios locales.El tema racial Según dijeron, los nuevos inmigrantes arruinaron las finanzas de la localidad, "destruyeron" su sistema escolar, han causado delitos violentos y se han integrado en pandillas, que proliferan en el Valle Salinas. Los inmigrantes, "invasores del sur", deben ser deportados. La prensa y los líderes por los derechos de los inmigrantes calificaron de racistas a los grupos comunitarios. El calificativo es injusto, dijo Raquel, si se considera que los integrantes de Embellezcamos Greenfield son en su mayoría mexicano-estadounidenses. El grupo no está contra los oaxaqueños en sí, sino que sólo desea la erradicación de las lacras y la delincuencia, agregó.Después de una redada federal efectuada en 2001 contra personas indocumentadas, los líderes municipales de Greenfield establecieron por votación una política de refugio, y durante siete años la localidad efectuó reuniones mensuales -presididas por el jefe de la Policía- para fomentar la adaptación de los oaxaqueños. En la actualidad, el dirigente triqui Andrés Cruz dice estar horrorizado ante el cambio súbito de actitud de su otrora ciudad adoptiva que le dio la bienvenida. "Todos somos seres humanos y algunos cometemos errores. Pero eso no significa que toda la comunidad (oaxaqueña) sea mala", dijo Cruz, quien tiene 50 años.Brecha cultural Efectivamente, existe una gran distancia geográfica y cultural entre Greenfield y Oaxaca. La localidad de Río Venado, de la que Cruz es oriundo, es una aldea aislada en la sierra montañosa, al igual que otras. Los lugareños carecían de agua potable, sanitarios, alumbrado público, depósitos de basura y otras comodidades de la civilización. Muchos ni siquiera tenían para comprarse zapatos. Los lugareños cultivaban maíz, frijol, calabacines y café en un sistema agrícola comunal. Observaban una estricta sociedad patriarcal, practicaban el servicio comunitario obligatorio y concertaban matrimonios con dotes. A los 13 años, a fin de contribuir a los gastos de su familia, Cruz se marchó para trabajar a los estados mexicanos de Sinaloa y Baja California, y 20 años después llegó a Greenfield. Fue testigo del crecimiento de su comunidad y de cómo se volvió caro y peligroso el trayecto con los coyotes (traficantes de personas) cuando el gobierno intensificó sus acciones para detener a las personas sin permiso de residencia en el país. En lugar de ir a sus comunidades y volver, los indígenas se trajeron a sus familias y se asentaron en California. Cruz se casó y tuvo tres hijos, todos ciudadanos estadounidenses por haber nacido en Greenfield. Sin embargo, con el tiempo, Greenfield comenzó a reflejar algunas de las diferencias que podían verse en el Estados Unidos de antaño. El doctor Gaspar Rivera Salgado, director de proyectos del Centro para Investigación Laboral y Educación de la Universidad de California en Los Angeles (UCLA), dijo que los inmigrantes trajeron consigo remanentes del conflicto racial y socioeconómico de México, una nación multiétnica en la que 62 grupos indígenas conservan su propia lengua y cultura. Oaxaca es el estado con la mayor diversidad de México, con 16 grupos étnicos. Barrera social En México, dijo Rivera Salgado, hay prejuicios contra los indígenas, a los que se les considera personas sin educación, inferiores. Los inmigrantes -a los que caracteriza su estatura más baja y piel más oscura, lengua prehispánica y carencia de documentos de residencia legal- sobresalen visualmente en Greenfield, una ciudad donde los inmigrantes establecidos antes hablan inglés y han progresado en la escala económica. Estas personas o sus hijos obtuvieron la ciudadanía mediante nacimiento o naturalización. Estos inmigrantes afrontaron una barrera lingüística doble. Escuelas, clínicas e incluso tiendas representaban un desafío enorme, al igual que la pobreza. En promedio, los trabajadores agrícolas ganan 10,000 dólares al año. En el campo, los indígenas reciben a menudo menos paga que otros hispanos. Como sea, asegura Cruz, es mejor aquí que morirse de hambre en Oaxaca. Y, al principio, en Greenfield el gobierno les dio la bienvenida y les ofreció asistencia. "Aquí se encendió una luz a nuestro favor", dijo Cruz. "El ayuntamiento y el jefe de la Policía advirtieron nuestra pobreza y las necesidades de nuestro pueblo. Han sido muy humanos con nosotros". Cruz y otros dirigentes indígenas han tenido dificultades para comprender el propósito de Embellezcamos Greenfield. "Es una vergüenza", dijo Elogio Solano, dirigente mixteco. "Los padres o abuelos de ellos (los integrantes de la organización) llegaron a este país en la misma forma que lo hace ahora nuestro pueblo". Rivera Salgado, de la UCLA, dijo: "Cuando un grupo llega aquí y se establece, tiende a cerrar la puerta tras él. Siempre ha existido esta exclusión, en especial en momentos de crisis"."Con corazón mexicano"El jefe de la Policía de Greenfield, Joe Grebmeier, dice que el es un anglosajón con corazón mexicano. En alguna ocasión prevalecieron condiciones tipo "apartheid" en el Valle Salinas, dijo Grebmeier, quien aseguró que no las tolerará. Grebmeier, de 56 años, asumió la jefatura de la Policía en 2003 y comenzó a efectuar reuniones regulares para sosegar el miedo de los oaxaqueños a la Policía y enseñarles cómo cumplir con la ley en Estados Unidos.Lucha intestina En las reuniones, Cruz y otros traducían al triqui y mixteco las normas sobre los conductores ebrios, la violencia familiar y el sexo entre menores de edad. Grebmeier se enfocó en el respeto a los semáforos y los letreros de alto, a no orinar en la vía pública y a no poseer en casa animales de granja. Cuando los residentes le preguntaban a Grebmeier por que no detenía a los "ilegales", él les contestaba que no era su trabajo perseguir a inmigrantes. Asimismo, los agentes federales de inmigración rara vez efectúan grandes redadas en comunidades como Greenfield, la cual está poblada por enormes cantidades de trabajadores agrícolas que carecen de autorización para estar en el país. "Estas son personas trabajadoras, honestas, que vinieron por las mismas razones que lo hicieron con anterioridad todos los inmigrantes", dijo Grebmeier, "para darle una vida mejor a sus familias y sus hijos". Con el tiempo se amplió el enfoque de las reuniones. Los profesores alentaron a los padres indígenas a que leyeran textos a sus hijos y a que asistieran a conferencias entre padres y maestros. Los orientadores hablaron sobre el consumo excesivo de alcohol y las enfermeras dieron explicaciones sobre la diabetes. También se examinaron otros temas. En 2009, el caso de un individuo arrestado en Greenfield se convirtió en una sensación mediática porque, según la versión, había enviado a su hija de 14 años a casarse con un vecino a cambio de cerveza, carne y dinero en efectivo. En un principio, el hombre afrontó cargos de tráfico de personas y se le acusó de vender a su hija. Sin embargo, Grebmeier concluyó después que se trataba de un matrimonio concertado e intercambio de dote, caso que él utilizó para poner un ejemplo. En las reuniones, el jefe policial explicaba que la ley en Estados Unidos prohibe estas prácticas. El acusado fue deportado. Sin embargo, algunos lugareños se quejaron de que Grebmeier protegía a los oaxaqueños, y el ayuntamiento de Greenfield canceló las reuniones. Para los integrantes de Embellezcamos a Greenfield y Salvemos a Greenfield, el jefe de Policía era un ejemplo de todo lo que había salido mal. Ortiz dijo que Greenfield fue alguna vez una localidad ideal. Antes, los trabajadores agrícolas -braceros mexicanos que venían a trabajar con permiso- en raras ocasiones se aventuraban más allá de su campamento a las afueras de los límites de la ciudad, donde la madre de Ortiz cocinaba y ella creció. En la actualidad, dijo la señora, los trabajadores agrícolas viven en la ciudad y se les permite seguir un conjunto distinto de reglas.